Neveras y aires acondicionados en todo el mundo emplean sustancias de refrigeración que son una verdadera bomba contra el clima. Los HFC (hidrofluorocarburos) son entre 1000 y 9000 veces más potentes que el famoso CO2 como causantes del calentamiento global.

El 90% de las emisiones de esos dispositivos se producen al final de su vida. Un buen reciclaje de los refrigeradores, que no deje escapar los HFC, permite transformarlos en sustancias que no causan el calentamiento. Pero el reciclaje no está lejos de ser la norma, especialmente en los países en desarrollo.

La gestión de los refrigeradores es la medida en absoluto más prometedora contra el cambio climático, según las proyecto Drawdown, que pretende identificar las acciones concretas más eficaces contra el calentamiento global. Los HFC aparecen también en un manifiesto contra el cambio climático firmado por 11.000 científicos hace unas semanas.

El documento pide reducir los «contaminantes de vida corta». Además de los HFC, forman parte de este grupo el hollín (producido por la quema de bosques y por la combustión incompleta de carburantes en vehículos, estufas y lámparas de baja calidad) y el metano (producido por los deshechos de animales, los vertederos, etcétera).

Décadas en la atmósfera

Estas sustancias causan efecto invernadero, pero se degradan en la atmósfera más rápido que el famoso CO2, que permanece en ella durante siglo. Sin embargo, pueden persistir hasta durante décadas.

Según el manifiesto recortar su emisión reduciría el calentamiento a la mitad en el corto plazo. En 2016, 170 países firmaron en Kigali (Ruanda) una acuerdo que prevé la eliminación de los HFC dentro de 2028: los principales candidatos para reemplazarlos son el propano y el amonio.

«El problema real es la expectativa de crecimiento de la necesidad de refrigeración, especialmente en países cálidos», comenta Lluís Mañosa, físico de la Universitat de Barcelona (UB) que investiga en refrigerantes alternativos. «Dentro de unes décadas, el gasto en refrigeración superará el gasto en calefacción», explica.

Los reemplazos más innovadores son materiales que se enfrían cuando se les aplica un campo magnético o un esfuerzo mecánico. «Tienen más eficiencia energética de los materiales actuales, no producen emisiones y los segundos está hechos de sustancias muy comunes», explica Antoni Planes, que colabora con Mañosa en la UB.

 Los investigadores estiman que en 15 años podrían estar funcionando en aires acondicionados, más tarde en neveras. «Mientras tanto, es imperativo reducir la refrigeración», concluyen.

Fuente: EP