Desde el IDAE (Instituto pasar la Diversificación y el Ahorro Energético), dependiente del Ministerio de Industria y la inmensa mayoría de las Administraciones locales, autonómicas y estatales, recomiendan encarecidamente que se ahorre energía.
Insisten en los siguientes puntos de ahorro:
  • Ahorrar en calefacción, bajando la temperatura a 21 grados
  • Aprovechar la luz natural
  • Apagar la luz al salir de las habitaciones
  • Comprar electrodomésticos de Clase Energética A o superior
  • Comprar aire acondicionado clase A o superior
  • Usar bombillas de bajo consumo
  • Etc. etc.
Está claro que la llamada de la Administración para que los ciudadanos ahorremos energía en nuestras casas nos beneficia a todos nosotros en nuestros bolsillos, puesto que reduciremos en buena proporción la factura de la electricidad.
Lo que a nivel privado nos parece una buena recomendación que hemos de adoptar si queremos ahorrar, no parece que sea igual para los que nos recomiendan y muchas veces nos imponen (por ejemplo, reducir el límite de velocidad a 110  kms/hora) que debemos ahorrar, de grado o a la fuerza.
En efecto, las Administraciones, como no tienen que pagar de sus bolsillos la energía, porque se paga con el dinero público  y como “el dinero público no es de nadie” (la ex ministra de cultura Carmen Calvo dixit), ¿Para qué van a ahorrar ellos lo que a nosotros nos piden/exigen?
Veamos, a modo de ejemplo, lo publicado en el diario La Voz de Galicia

«Las administraciones incumplen normas de ahorro en calefacción,
Los gobiernos central, autonómico, provincial y local disponen cada vez de menos dinero y animan, u obligan, a los ciudadanos a poner en marcha medidas de ahorro energético. Sin embargo, pocas administraciones predican con el ejemplo. Una muestra: en un tiempo en el que el encarecimiento de los recibos de la electricidad, el gas, el litro de combustible e incluso el pan parece no tener freno, parte de los edificios públicos de Lugo derrochan calefacción a diario. Ayer mismo, mientras los termómetros de las calles del centro de la ciudad marcaban entre 8 y 11 grados, en el interior de varias sedes de organismos públicos el mercurio rondaba los 26: es decir, la temperatura media anual de La Habana, una de las capitales del Caribe.Ocurría por ejemplo en varias delegaciones del Multiusos de la Xunta de Galicia. Si bien, el termómetro descendía hasta los 22 grados en el enorme vestíbulo del inmueble de la Ronda. Otro tanto pasaba en las oficinas municipales del antiguo Seminario Menor, donde muchos usuarios se veían abocados a desabotonar el abrigo y aflojar la bufanda para no acalorarse demasiado antes de realizar alguna gestión. En la planta baja del Pazo de San Marcos, sede de la Diputación, los radiadores parecían estar a tope para calentar los amplios pasillos. Con todo, lejos de los emisores de calor el termómetro superaba sin dificultades los 23 grados, cuando la normativa estatal que limita la temperatura en locales de uso público -el Real Decreto fue aprobado por el Consejo de Ministros a finales del 2009- establece que no se pueden superar los 21 grados en invierno, para ahorrar calefacción, ni bajar de 26 en verano, para ahorrar en aire acondicionado.Temperaturas más suavesLa Casa do Concello ofrece las temperaturas más suaves y el contraste térmico con el exterior es menos acusado. De esta manera, el termómetro digital utilizado en la medición marcó ayer entre 20 y 21 grados centígrados en varias estancias que son de acceso público.La media anual de La Habana es de 25 grados, similar a la de algunos locales de Xunta y Concello»

Esto sucede en todas las administraciones: central, autonómicas, provinciales y locales. Este ejemplo no es una excepción, sino la regla.

Los políticos solo necesitan al pueblo cuando llegan las elecciones. Prometen y prometen, pero cuando tienen amarrada la poltrona, secuestran la democracia, imponen y priorizan sus intereses personales y de partido, y los «súbditos», que se fastidien durante otros cuatro años…hasta la siguiente votación… 


Si un empresario malgasta o despilfarra, puede quebrar, y entonces la justicia le exige responsabilidades. Pero si un político despilfarra, malgasta o se apropia del  dinero público, que como sabemos por la ministra «no es de nadie», NO PASA NADA. Como el hombre (y la mujer) son los únicos animales que tropiezan varias veces en la misma piedra, en muchas ocasiones vuelven a votar a los mismos. Y así nos luce el pelo…