QUIQUE, un lector del blog, me ha dejado un Comentario donde dice no estar de acuerdo con mi optimismo sobre la mejora de los electrodomésticos, Compró una lavadora Clase Energética A hace 9 años y ahora ve en un catálogo de un hipermercado que todas las lavadoras que publicitan son de la Clase Energética A+, deduciendo por tanto que la evolución es bastante más lenta de lo que yo digo, y que si él reemplazara ahora la suya, por el ahorro calculado no le compensaría.
Como podéis suponer, si QUIQUE no estaba de acuerdo conmigo, ahora soy yo quien no está de acuerdo con él. Pero como no se trata de argumentar sin más objetivo, he elaborado este nuevo artículo para contestarle y aprovechar su mayor difusión por este medio para que llegue a otros lectores que sientan la misma inquietud que QUIQUE. Transcribo su Comentario.
«QUIQUE, 2 de Octubre
Enhorabuena por tu página, es muy completa, y se agradece tu dedicación.Sin embargo, yo no veo tal optimismo en la mejora de los electrodomésticos, al menos no tanto como parece. Te cuento mi experiencia, hace 9 años, compramos todos los electrodomésticos de la casa, concretamente la lavadora (que funciona perfectamente) es de clase A. Por lo joven que era y el dinero que me gasté, la lavadora era y es de gama media, en cuanto a calidad y consumo. Ayer, consultando un folleto de un hipermercado, veo que todas las lavadoras que publicitan, tienen clase A+.
A donde quiero llegar, es que la evolución es bastante más lenta del ejemplo que pones, en 9 años, si ahora reemplazara, pasaría de gastar 327 a 274, con lo que no me compensaría en absoluto.”
Comenzaré por establecer la fecha de puesta en marcha de las clasificaciones mediante las Etiquetas de Eficiencia Energética de los electrodomésticos por el Parlamento Europeo. Fue en 1.994, estableciendo las 7 categorías o clasificaciones energéticas, desde la A como más eficiente, hasta la G, la menos eficiente, pasando por las D y E como MEDIAS. Esta decisión se tomó después de numerosos estudios, partiendo de lo que en aquel año había en el mercado: la media de consumo otorgada a las letras D y E. El desafío propuesto a los fabricantes era que dejaran de fabricar los aparatos menos deficientes F y G, y fueran mejorando la eficiencia energética hasta llegar al mayor objetivo previsto: la Clase Energética A en el menor tiempo posible.
Los fabricantes se lanzaron a la lucha por mejorar las clasificaciones energéticas de los aparatos, porque, de otro lado, los países componentes de la Unión podían apoyar con subvenciones las mejoras en la eficiencia de los aparatos, buscando el menor consumo de éstos y el ahorro energético que podía suponer para los países.
Aquella normativa de las siete letras se vio desbordada 16 años después, aprobándose una nueva que ampliaba tres nuevas categorías más eficientes por encima de la A, que se denominaron A+, A++ y A+++. Pero como la idea de mantener siete categorías prevaleció, al fomentar las 3 nuevas más eficientes, se eliminaron las tres últimas letras, la E, F y G, por menos eficientes, que ya no pueden fabricarse. Por lo tanto, sigue la norma de 7 categorías.
Vemos pues que desde 1.994 hasta 2.010 han pasado 16 años para ampliar las tablas de eficiencia. Pero eso no quiere decir que todos los aparatos que se estén fabricando, incluso hoy día, deban ser superiores a la clase A, pues todavía los hay de más bajas clasificaciones y son igualmente aceptadas. Lo que sucede es que afortunadamente los usuarios van entendiendo el gran ahorro conseguido y las compras se van derivando, cada vez más, hacia las mayores eficiencias, por el ahorro económico que significa por sus menores consumos en agua y en electricidad, detergentes, aditivos, etc, y que además son fomentadas esas compras de aparatos más eficientes por los diferentes estados de la Unión, con planes como el que en España se llama ”RENOVE”, que subvenciona la compra de un aparato de la clase más eficiente con una compensación relativamente interesante.
Yo vi nacer las lavadoras automáticas en España en los años 60 y 70. Pero justo cuando se lanzaba al mercado un modelo, los fabricantes ya estaban trabajando en sus laboratorios para sacar un nuevo modelo mejor, más práctico y con mejores resultados. Esto fue así, pues cada fabricante buscaba diferenciarse de los demás con una mayor calidad y prestaciones de sus aparatos. Pero esa pugna de los fabricantes no llegaba al gran público y tampoco a los clientes finales.
El gran y definitivito impulso lo dió la Unión Europea al adoptar las clasificaciones energéticas obligatorias en los aparatos, puesto que permiten que el comprador pueda comparar, con datos lógicos y medibles, las ventajas económicas de los de mayor eficiencia. Y así ha sido. Como he dicho, la implicación de los fabricantes fue total. Especialmente por ser de los primeros en las mejoras, pensando que los que no las alcanzaran, como así ahí sido, desaparecerían del mercado.
Vanos a nuestro amigo QUIQUE. Dice que él compró hace 9 años una lavadora de clase energética A. Así pues la compro en 2.003. Fijaos que en la primera tabla de Clasificación Energéticaa, la del año 1.994, había tres escalones de eficiencia a subir, por encima de la media de los aparatos de aquel momento, que eran de clases D y E como de consumo «medio», con dos por debajo F y G, y tres por arriba, C, B y A. Se tardó pues unos nueve años en alcanzar la letra A. Esta clasificación siguió siendo válida hasta 2.010, donde se cambió a la nueva clasificación que entró en vigor en Junio de 2.011. Pasaron pues 16 años para desbordar el antiguo tope de las clasificaciones. Y ahora resulta que, en 2.012, dos años después de haber lanzado las nuevas clasificaciones más eficientes, que son otra vez tres, como en la primera ocasión, hoy, dos años después, no hay prácticamente ninguna marca de prestigio que no tenga al menos algunos aparatos en la máxima clasificación A+++, varios en la A++ y pocos en la A+ y prácticamente ninguno ya en la A. Amigo QUIQUE, ¿No es esto ir rápido? Pues realmente no es ir rápido, sino que es VOLAR. Los tres primeros peldaños de la primera clasificación tardaron 16 años en subirse. Los tres últimos han tardado dos años en alcanzarse. ¿Es esto lento? Y aquí no acaba la cosa. No pasará mucho tiempo en que vuelvan a moverse esas clasificaciones, al alza, claro.
Finalmente QUIQUE, vamos a poner las cosas en su sitio. Si he hecho varios artículos enseñando a calcular si es rentable o no el cambio de aun aparato por otra más eficiente es porque en cada caso HAY QUE CALCULARLO. Mediante esas tablas puede hacerse con los ejemplos que he ido poniendo. Lo que sucede es que muchas veces generalizo y digo (y sigo afirmando) que si tienes un aparato de hace 15 años, no hace falta hacer ningún cálculo: cámbialo pues en aquel momento tenía una eficiencia D/E y hoy puede comprarlo hasta de A+++. 6 categoría por encima, lo que representa seguro que es absolutamente amortizable a corto plazo y muy rentable durante su vida útil.
Finalmente, el hecho de que la publicidad de ese hipermercado hable solo de lavadoras de clase energética A+ (solo un escalón por encima de la que tú compraste hace 9 años) solo indica que tienen el producto del precio bajo habitual en ese tipo de establecimientos. Pero mira los catálogos de otros comercios especializados o las Webs de las marcas de más prestigio: todos tienen ya la A+++
Soy QUIQUE, gracias por contestar tan detalladamente mi comentario, pensé que se había quedado en el limbo del blog 🙂
Lo fundamental es lo que comentas al final, das las herramientas para calcular si merece la pena o no y así cada uno puede sacar sus conclusiones.
Efectivamente hay lavadoras A++++ casi de cualquier fabricante. Creo que a la mejora en la eficiencia se le ha unido la subida estratosférica de la luz en estos últimos años. Sin la subida, no creo qe compensara cambiar de electrodomésticos.
Con muchísima diferencia, el electrodoméstico que marca la diferencia en el consumo es la nevera. Hace unas semanas me compré un medidor de consumo eléctrico, y enseguida ya hay convencidos 2 amigos a cambiar de nevera. De hecho, la han cambiado inmediatamente…pero hasta que uno no lo ve no lo cree. La nevera es para muchos, sin saberlo, el 50% de su consumo eléctrico (sin contar sistemas de calor/frio)! Y lo mismo si que han cambiado las bombillas a bajo consumo. Se piensa incluso que la nevera es de gran calidad, por su duración, cuando uno de los criterios fundamentales en la compra de una nevera debe ser el consumo.